Con catorce o quince años,disponía, como todo el mundo, de mi entorno privado de aprendizaje. De hecho, si lo pensáis bien, uno de los objetivos que se pretende sacando a los niños del colegio y llevándolos a un instituto es que aprendan que toda la información disponible no siempre viene de los profesores o de los libros, y que hay mucho más conocimiento del que parece haber durante los años escolares.
¿De qué herramientas disponía? Mis herramientas eran todas las disponibles en ese momento:
1) Bibliotecas. Tenía varios carnets, bibliotecas públicas, populares, la biblioteca del instituto, la de Caja Madrid... Cada biblioteca tenía libros diferentes. Si quería aprender sobre ciencia ficción: iba a la pública, para leer algo de alemán: al instituto.
2) Mi propia biblioteca. Empezaba a crecer, dar clases particulares de matemáticas, era rentable, y los Reyes Magos siempre se portaban bien. La biblioteca personal es una de las fuentes de información más importantes, y que deberíamos construir con más cariño
3) Expertos. Cada área de aprendizaje tenía su grupo de expertos, que iba haciendo crecer y mejorando con el tiempo. Si quería aprender algo más sobre fantasía en la literatura, acudía amis amigos. Si quería saber algo más de física, al Ateneo Científico y Literario, donde varios profesores nos ayudaban. LA persona que era una referencia en un campo, podía ser un ignorante en otro. Esto supone un gran cambio, en esa e´poca de nuestras vidas. Mis padres no tenían ni idea de Camus, ni de Tolkien...
¿Qué ha cambiado ahora? El objetivo sigue siendo el mismo. Las herramientas han cambiado bastante. Es más sencillo acceder a la información, es más rápido, y los límites casi no existen. Podemos leer libros de la biblioteca del MIT, o des-catalogados hace años.
El resto de herramientas, también han cambiado. En lugar de un bloc, un blog; podemos usar documentos que se almacenan en la nube, en lugar de fichas ...
Sin embargo, la idea de disponer de un grupo de expertos relativos, un grupo al que acudir en caso de duda, curiosidad, o simplemente ganas de aprender, funciona exactamente igual. De nuevo, los límites son distintos, los volúmenes han cambiado, pero la idea sigue siendo la misma.
Debemos ser capaces de localizar personas que saben más que nosotros de algo, que tienen otros puntos de vista, y que tienen ideas que enriquecen nuestro aprendizaje, no sólo el contenido de ese aprendizaje.
Usemos esas herramientas para amplificar nuestras posibilidades, pero usémoslas con sabiduría. No tener límites puede ser increíblemente útil en nuestro aprendizaje, pero hay que saber controlarlo.